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jueves, 2 de abril de 2009

Los 'Good Boys' de Oregón

Qué lejos parece la época en la que a la franquicia de Portland se le conocía como los "jail Blazers", aquel equipo que daba más que hablar fuera de la cancha que dentro de ella, aunque sus jugadores tuvieran una calidad más que evidente. Rasheed Wallace pasó a la historia en Portland como el jugador con más faltas técnicas de la historia, Damon Stoudamire celebraba cada asistencia que repartía con algún porrito, Ruben Patterson se peleaba dentro y fuera de las pistas, Bonzi Wells se encaraba con público y entrenadores, Qyntel Woods montaba peleas de perros... vaya manada se juntó!
Pero Portland, ¿quién te ha visto y quién te ve? A día de hoy el jugador más temperamental podría ser Roy, pero la única prueba fehaciente que tenemos de ello es cuando se encaró con Trevor Ariza después de que éste mandara a Rudy al hospital de un golpetazo. Pero considerar que Roy es un jugador agresivo es como pensar que Milicic mereció ser número 2 de su draft, es decir, es difícil de creer. Pero lo que sí ha conseguido Roy ha sido liderar al equipo revelación de esta temporada, los Portland Trail Blazers, y no sólo ha conseguido que se meta en las eliminatorias por el título, sino que además mantiene serias opciones de ser cabeza de serie en los playoffs en la siempre complicada conferencia oeste.
Quien diga hoy que apostaba a principio de temporada que Portland estuviese quinto a falta de 7 partidos, o es un genio, o es un ventajista, o simplemente un mentiroso. Un equipo sin estrellas (Roy es un jugador de primera línea, pero cuesta calificarle de estrella por no ser tan mediático como otros), cuya columna vertebral la forman jugadores muy jóvenes -pero sobradamente preparados-, sin un gran base, sin un gran alero... La temporada pasada parecía que llegaba una ola de esperanza al equipo cuando escogieron a Greg Oden con el número 1 del draft (no me quiero imaginar lo que sería el back court del equipo con Roy y Durant), pero Oden se pasó la temporada entera en blanco, y me atreveré a decir que ya se ha pasado dos enteras en blanco, porque su aportación al equipo ha sido casi más discreta que la de nuestro Sergio Rodríguez.
Entonces, ¿cuál ha sido la clave del éxito de los Blazers de esta temporada? Pregunta sencilla, difícil respuesta... Pero vamos a intentar contestarla con la mayor brevedad posible. Lo más importante es la clara división de roles que ha establecido McMillan, sabiendo jerarquizar a la perfección a su equipo, y mezclando a la perfección la técnica con el músculo. Roy es el líder, eso es indiscutible. Pero él sabe que cuando esté presionado el balón no le va a quemar en las manos a Lamarcus Aldridge, ni a Travis Outlaw, ni tan siquiera al aparentemente frágil Rudy Fernández.

Dentro de estos roles es básico tener una buena segunda unidad, unos suplentes que cuando entren en cancha no bajen ni un ápice la intensidad ni en ataque ni en defensa. Y los suplentes se complementan a la perfección con los titulares. Al base titular, Steve Blake, le sustituyen Jerryd Bayless o Sergio Rodríguez, es decir, que a un especialista de 3 que está aprendiendo a jugar al contraataque a pasos agigantados, le sustituyen un portento físico y gran penetrador o un base al que le va la marcha y el espectáculo.

Los dos aleros titulares son Roy (poco más se puede decir de él salvo que es un all star) y un sobresaliente Nicolas Batum, que a base de una gran defensa y de subir su aportación ofensiva a base de triples y mates, se ha convertido, salvando mucho las distancias, en el Bruce Bowen de los Blazers -ni qué decir tiene que me parece mejor jugador el francés-. Y éstos son sustituidos por Travis Outlaw, un jugón tanto en ataque como en defensa, y por un Rudy Fernández que siempre le da ese punch extra al equipo, a base de correr la cancha y de meter sus 2 triples y levantar a la grada del Rose Garden. Cuando se juntan él y Sergio, se sabe que algo va a pasar... Lamentablemente, Martell Webster solo ha jugado 5 minutos en toda la temporada por lesión, pero no dudo que se hubiera acoplado a la perfección a la dinámica del equipo a base de triples.
Y lo del juego interior es lo más extraño de todo. La táctica es sencilla: Lamarcus se lo guisa, Lamarcus se lo come, y si no se lo come todo, ya están ahí los gladiadores para rebañar las sobras. Que Pryzbilla sea el pivot titular de un equipo que aspira a algo más que no sea luchar por el 8º puesto resulta difícil de creer, pero ahí está, cumpliendo su función a la perfección, reboteando, metiendo canastas desde justo debajo del aro (para él un tiro de dos metros ya es larga distancia) y defendiendo como el que más. Enorme temporada la del joven Aldridge, que tira desde media distancia, penetra, pivotea, rebotea, asiste... si pesara 10 kilos más sería de los pivots más dominadores de la NBA. Y del banquillo salen Channing Frye (más de lo mismo que Lamarcus, pero un peldañito por debajo), y el mencionado Greg Oden, que no es precisamente una referencia en ataque, pero que su sola presencia en ataque intimida al rival y levanta expectación en un público que está ansioso por ver en él al nuevo Shaq... pues que esperen sentaditos y con calma, que va para largo...
Por lo tanto, creo que la clave de la exitosa temporada de estos Blazers radica en que la plantilla está perfectamente equilibrada, en que el banquillo le pone la misma intensidad o más al juego ya de por sí intenso de los de Portland, y a que la ausencia de figuras de primer nivel ha hecho que el vestuario se una sin luchas de egos ni rivalidades internas. Y aunque McMillan no sea santo de la devoción de muchos, hay que atribuirle el mérito que le corresponde, que no es poco, y a Kevin Pritchard el gran ojo que ha tenido trayéndose a jugadores como Batum o Rudy, completando una plantilla profunda y con un gran futuro. A corto plazo, puede parecer imposible que Portland se cargue a un peso pesado del oeste, pero por el contrario nadie pronostica un 4-0 en su contra. Y es que los niños buenos, desde que son pequeños, no están acostumbrados a ver un 0 en su casillero, salvo que forme parte de un 10. Y, para mí, la temporada que están haciendo merece matrícula de honor.


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